Lluna Plena no Fansub

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martes, 6 de noviembre de 2018

Galge vs eroge: ¿cuál es mejor?

Planteada así, la pregunta es muy efectiva para inspirar debate. Aunque probablemente, y de entrada, la respuesta a la misma es muy obvia: no hay un género “mejor” o “peor” que otro. Como suele suceder, normalmente es cuestión de preferencias.

Pero dicho esto, analicemos en profundidad estos dos grandes grupos.

Se habla de “galge” para referirse normalmente a un género de novelas visuales que suele tener reflejo en animes más o menos famosos, muy abundantes como juegos de consola, y que no contienen H. Los “eroges” por su parte suelen ser más habituales de encontrar como juegos para PC, y en ellos, como su nombre indica, las escenas H son condición sine qua non.

Resumiendo, pues, la diferencia fundamental entre ambos géneros es clara: inclusión o no de escenas H (es decir, narración y CGs que muestran sexo explícito) en la historia.

Más allá de cuestiones morales o de decoro, el sexo es algo innegablemente natural. Desde luego, no es aconsejable que los menores de edad (cuya frontera varía dependiendo de las leyes de cada región) estén expuestos a este contenido, al menos sin supervisión. Pero dejando esto de lado, el sexo puede ser un tema tan válido y fértil como cualquier otro para construir una buena narración. Los problemas, o al menos la controversia, suelen venir cuando esta clase de escenas empiezan a acercarse más a ser una mera excusa truculenta que un elemento para una narración rica. El ejemplo extremo de esto estaría en el género “nukige”, donde las tramas suelen brillar por su ausencia en favor de un sinfín de escenas H con mayor o menor cantidad de morbo.

Los galges, por definición, evitan de entrada cualquier conflicto con el elemento de las escenas H. Suelen ser narraciones profundas o hasta sublimes, que ciertamente dan lugar a historias memorables y dignas de ser disfrutadas. Grandes y famosos ejemplos serían “Clannad”, “Higurashi” o “Little Busters!”, entre otros. Ahora bien, una de las mayores virtudes de las novelas visuales es su enorme potencial para hacer que el jugador se sumerja en la interpretación del papel de un protagonista a lo largo de su vida, en elementos cotidianos y diarios, como en cuestiones más amplias, profundas y duraderas en el tiempo. Como testigo directo de la vida del protagonista, el jugador está prácticamente metiéndose en su piel. Eso es lo hermoso de las novelas visuales. Experimentar todas las vivencias de un personaje que, con la debida técnica y profundidad en la narración, puede casi encarnarse en una persona viviente. Dicho de otro modo, mientras juegas, estás viviendo literalmente la vida de este personaje. Y la vida de una persona, desde luego, incluye un sinfín de elementos… entre ellos, el sexo. Los galges son a veces defendidos a capa y espada por los acérrimos puristas que no quieren ver sexo ni en pintura en las novelas visuales. Pero el caso es que, también por definición,  los galges adolecen de este importante inconveniente: sistemáticamente, están amputando un elemento de la vida humana que resulta tan fundamental como el resto: su vida sexual.

En mi opinión al menos, la gran virtud (o hasta maravilla) de los eroges es que ofrecen precisamente esta posibilidad: incluir en la historia absolutamente todos los elementos que definen la vida de un ser humano, sin excepciones. Un buen eroge no puede en absoluto ser definido como vulgar “porno”: una narración de estas características, cuando está bien llevada, se cuenta probablemente entre las historias más ricas, profundas y completas que uno pueda encontrar, y tal concepto se eleva a la enésima potencia gracias al elemento de la inmersión en primera persona.

Ahora bien, los eroges tienen también sus propios inconvenientes, sobre todo si no se sabe manejar adecuadamente este concepto. Diseñar una escena H no es tarea fácil (en contra de lo que pueda parecer), y si el escritor no es lo bastante creativo, corre el riesgo de que estas escenas se conviertan enseguida en repetitivas y aburridas. Para quien busque un mero “fap”, esto no supone un problema demasiado serio, aunque claro, este no es el caso desde el punto de vista de los jugadores a los que les importa que las escenas H queden inmersas en un escenario rico y con sentido. Hacer que las escenas H se fusionen adecuada y sutilmente con la misma trama de la historia es una técnica (y hasta un arte) que no todo el mundo domina. Pero esto es, en efecto, lo que da verdadero sentido a los eroges. Lo importante (fundamental, de hecho) sigue siendo la trama. Y las escenas H no pueden en modo alguno convertirse en meras excusas para ver un “interludio pervertido”. Como mínimo, debe haber un contexto, un por qué, una ambientación. Y las escenas H deben ser una parte indivisible de ese todo. De la vida del protagonista.

Eso no quiere decir que las escenas H no puedan, por sí mismas, ser el origen de tramas realmente profundas e interesantes. Pero aquí nos estamos adentrando ya en terreno sofisticado, y muchas veces peligroso. Mal llevado, este concepto desemboca en los vulgares “nukiges” del montón. Ahora bien, en manos de escritores habilidosos, puede dar lugar a obras de arte insospechadas. En el extremo, las temáticas de dominación, humillación y destrucción de la moral de las víctimas de turno ponen los pelos de punta a muchos; pero siendo completamente honestos, son oportunidades únicas de reflexión acerca de la naturaleza humana y lo que realmente se esconde tras ella. Es un tema delicado, desde luego, y como tal ha de manejarse con extrema cautela, sobre todo a la hora de liberarlo al público. El fan del eroge típico, por lo general, no suele verse atraído por estos extremos. Le basta con un “slice of life” o una trama algo más sofisticada y profunda, donde el sexo sea otro elemento natural más que se entremezcla espontánea e inocuamente con el resto. Algo como “Katawa Shoujo”, por ejemplo.

Resumiendo, hay géneros de novelas visuales para todos los gustos. Escoged aquel que os vaya mejor o con el que os sintáis más cómodos. Personalmente, opino que los eroges dan ese exquisito y adecuado equilibrio a una historia bien narrada, con todos los elementos que caracterizan a la vida. Siempre y cuando estén bien diseñados, por supuesto. Pero al final, como siempre, la decisión es de cada uno.

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